La estrategia defensiva
La estrategia defensiva cede el balón y la iniciativa de juego al rival; su objetivo es reaccionar rápido para aprovechar la perdida de balón y el juego de transición rápido y efectivo.
Esta manera de jugar no se basa únicamente en esperar al rival y sus fallos; es un concepto distinto en el que los defensores (la gran mayoría del equipo, por no decir el equipo entero) van a provocar la pérdida de la pelota del adversario. Las interrupciones en la construcción del juego rival se realizan mediante múltiples acciones. Se puede interrumpir el juego mediante faltas evitando la creación y fomentando la continuidad y el encadenamiento de las acciones rivales, o realizando una fuerte presión de manera individual o colectiva sobre el jugador que conduce el balón (en especial sobre los más creativos o desequilibrantes) para evitar el juego de pases y provocar las intercepciones de la pelota.
El equipo busca neutralizar la zona de construcción rival juntando los medios y los defensores. Suelen ser equipos compactos que juegan en bloque intentando siempre tener el balón por delante de la media. Cuando se produce la recuperación del balón, el equipo se lanza rápidamente hacia el ataque buscando un juego directo en profundidad, vertical y no tanto en anchura.
La decisión de una u otra estrategia depende (al igual que la táctica) del entrenador aunque está condicionada por los perfiles con los que cuenta entre su plantilla. Un sistema ofensivo necesita extremos, creadores y un delantero de potencia física. Una filosofía defensiva debe contar con uno o dos medios defensivos muy eficaces y atacantes rápidos.
Sin embargo la selección de una estrategia u otra también se verá afectada por las necesidades de juego. Por ejemplo si se es el equipo que juega en casa predominará la actitud ofensiva, o si se va por debajo en el marcador; sin embargo si se juega contra un equipo teóricamente muy superior se buscará emplear una estrategia más bien defensiva.
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